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DISTINTIVOS DE LOS BAUTISTAS BÍBLICOS

  • Iglesia Bautista Bíblica "El Camino"
  • 15 ene 2017
  • 58 Min. de lectura

¿PARA QUÉ SIRVE UN NOMBRE DENOMINACIONAL?

En nuestra ciudad tenemos una marca alimenticia que nos representa “Cololó” y el dicho o frase popular que todo el mundo repite al oír esta marca es “de lo bueno nadie se olvida”.

En realidad, no son productores de sus productos, sino, simplemente los compran elaborados y los envasan o etiquetan con ese nombre, por la reputación adquirida en sus años de tradición.

Un nombre, en el área comercial puede estar hablando de la reputación e integridad de una firma.

“Bautista Bíblico” es un buen nombre también. Por casi dos mil años ha sido testeado y atacado, pero ha demostrado cualidades doctrinales inalterables y fidelidad en continuación a la primera iglesia Nuevo Testamentaria fundada por el Señor Jesucristo.

Independientemente de que individuos antibíblicos e iglesias de la misma índole, se han llamado a si mismos “Bautistas” negando en sus prácticas lo que veremos en éste compendio.

El Bautista Bíblico tiene en alto honor a la Biblia como la Palabra de Dios, tomando solo de ella sus convicciones doctrinales como firme autoridad de fe y práctica.

Una iglesia Bautista Bíblica jamás se doblega ante ninguna otra autoridad, ya sea organización religiosa, concilio eclesiástico, legislación política, ni siquiera ante al atropello que pueda llevar a cabo su propio pastor si este se desviare de la verdad.

La misma historia se nos presenta como buen testigo de que los Bautistas Bíblicos tienen una profunda devoción por su Salvador el Señor Jesucristo y por las Escrituras.

Tal es así, que la tinta que ha usado la historia para guardar su relato, ha sido la misma sangre que ellos han derramado en defensa de esa fe.

Ser un Bautista Bíblico, aparte de indicar mi filiación de fe con el Señor Jesucristo y una comunidad específica de cristianos, me identifica con la misma forma de organización y práctica que el Señor mismo estableció.

¿Para qué sirve un distintivo Bautista Bíblico?

Imagínense en un Shopping o una tienda, donde alguien ha quitado las etiquetas de todos los productos. Medias, buzos, pantalones, camisas de diferentes marcas sin sus etiquetas: “del Pepe o Motor Oil”, “Chino o Alemán”, “doña Cachimba o Adidas”, etc., sin sus etiquetas o marcas, uno no puede tener garantía de la calidad del producto.

En estos días, encontramos mucha variedad de nombres de iglesias, incluso variedades que contienen la palabra Bautista, o Pentecostales, Asambleas, o solo Bíblicas, etc.

Estos nombres o etiquetas nos están hablando de lo que sucede dentro de ellas.

Aquello que encontramos que se mantiene en la historia dentro de las iglesias Bautistas Bíblicas, en relación a sus enseñanzas de la Biblia y prácticas, y que terminan siendo un patrón continuado de la primera iglesia en el Nuevo Testamento, es a lo que llamamos “Distintivos Bautistas Bíblicos”

La etiqueta “Bautista Bíblica” para una iglesia, nos está hablando automáticamente de su calidad de origen, como lo pueden hacer las diferentes marcas como: Adidas, Nike, Country, Reebok, etc., en un ámbito mucho menos trascendente.

Antes de que cualquier creyente se una a la membresía de una iglesia Bautista Bíblica, deberá conocer por lo menos aquellos distintivos que nos definen.

Debemos igualmente aclarar, que estos distintivos no son exclusivos de los Bautistas Bíblicos, ya que existen otras iglesias que pueden estar compartiendo las mismas doctrinas o formas de prácticas y no estar llamándose como nosotros. Esas iglesias son en esencia Bautistas, pero por alguna razón no quieren el distintivo – son como la prenda buena pero sin la etiqueta, la cual hay que examinar con cuidado para ver su calidad.

Creo que podemos hacer eco de las palabras de apóstol Pablo a la iglesia en Tesalónica:

“Así que, hermanos, estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”. 2Tes.2:15

No estamos de acuerdo con reemplazar la doctrina bíblica por tradiciones convenientes que agregan o quitan autoridad a la misma.

Entonces, aunque uno no esté muy convencido de la importancia del distintivo “Bautista Bíblico” o le reste importancia al nombre, tiene que saber que el corazón del cristianismo y los fundamentos de la fe, son esos distintivos que le determinan.

Mientras existan iglesias Bautistas Bíblicas, existirá una defensa firme de la Verdad.

“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” Judas 3

Hemos optado por una cantidad de 8 distintivos que pasaremos a desarrollar:

- La autoridad de las Escrituras

- La iglesia Local

- Solo los salvos son miembros

- El Sacerdocio del creyente

- La libertad individual del creyente

- Los oficios en la iglesia

- Dos Ordenanzas

- La separación de la iglesia con el estado y del movimiento ecuménico

I) LA AUTORIDAD DE LAS ESCRITURAS

“En toda materia de fe y práctica, la Biblia es nuestra autoridad final”

Parece de cajón que todas las iglesias cristianas tuvieran como fundamento único las Escrituras, pero no es así. Muchos grupos evangélicos cristianos tienen sus fundamentos escritos por hombres, decretados por sus concilios o por los mismos oficiales de la iglesia, o por largas tradiciones circunstanciales, las cuales pueden ser muy buenas y estar basadas en principios de la Biblia. Pero los Bautistas Bíblicos tenemos en muy alto la misma pureza de las Escrituras, la cual no necesita acomodos culturales o circunstanciales.

Es la Biblia literalmente la Palabra de Dios, ha sido dada por su Divino Poder y establecida como autoridad final.

2 Tim 3:16 “Toda la Escritura es inspirada por Dios…”

La palabra en castellano “inspirada” viene del latín que significa “respirar dentro”.

Lamentablemente, tal significado no termina de abarcar el significado del original, ya que se podría pensar en la Palabra de Dios, como una sugerencia al oído del escritor.

El término griego para inspiración es “theopneustos” que significa “exhalada por Dios”.

En este sentido no hay mezcla de sugerencias humanas, ni divina en la mente humana, sino, es el mismo aliento de Dios.

En otras palabras, la Escritura es la voz de Dios.

(Jr. 1:7, 9 “… he puesto mis palabras dentro de tu boca”)

2 Pedro. 1:21 “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”

El espíritu que hace a la práctica de fe de los Bautistas Bíblicos es el que encontramos en Judas 3 “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”

En esta declaración, el Espíritu Santo se anticipa al canon completo de las Escrituras.

Claramente vemos que solo una y única fe, entendiendo esa “fe” como el conjunto doctrinal (Gál. 1:23 “…ahora predica la fe”; 1Tim 4:1 “apostatarán la fe…”)

Esta “fe cristiana” es inmutable, cada generación necesita hallarla, experimentarla y vivirla, y para que permanezca así, es necesario desechar toda nueva doctrina aparte de la ya establecida, aunque parezca razonable.

Son los Bautistas Bíblicos los que a lo largo de la historia han mantenido este estandarte en alto, aunque comportara y comporte las más diversas críticas de aquellos que consideran “esa fe” “esa doctrina una vez dada” un poco anticuada o inaplicable.

El reconocimiento de este punto es la base para poder continuar con la expectativa de ser parte de una iglesia Bautista Bíblica.

Reconocer como única autoridad de fe y práctica a la Palabra de Dios, nos lleva incondicionalmente a la obediencia de la misma, porque sin obediencia no hay reconocimiento como tal.

No es hablar de una mera reverencia para con la Biblia, lo cual no comporta ningún poder de vida en si mismo. Como dice el Señor Jesucristo en Mateo 7:24 “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca”.

Sin este fundamento en la vida del creyente, no puede haber una vida aprobada por Dios.

Consideremos el por qué:

La historia del hombre nos muestra que la base separación entre nosotros y Dios, ha sido el pecado de la desobediencia a Su Palabra.

Adán desobedeció: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Gn. 3:9 – 11

Ro. 5:12 “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”

La desobediencia es el pecado que nos separó como humanidad, porque la desobediencia a la Palabra de Dios habla de un desconocimiento de Su Autoridad y por ende, de Su Persona.

No es de extrañarse pues, que una vida vuelta a Dios, sea una vida sujeta en obediencia a Su Palabra.

Ahora bien, el hombre no podía buscar esta revelación de la Palabra por si mismo, por la propia condición pecaminosa, por lo cual Dios se dispuso Revelarnos su Palabra.

Sin la divina revelación de Su Palabra, el hombre no puede conocer a Dios.

Esta revelación de Dios se puede dividir entre: revelación general, y revelación especial.

Revelación general: Salmo 19:1 “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”

Ro. 1:19 – 20 “porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medios de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”.

Dios ha dado una revelación general a lo largo de la historia a través de Su soberano control de la misma. Esto es lo que Pablo explica a los atenienses en Hechos 17:24 – 27.

Revelación especial:

La revelación especial incluye: “La voz de Dios” hablando audiblemente en el pasado (Gn. 1:28-30; 3:9); conversando “Cara a cara” (Ex. 33:11); “Sueños” (Gn. 28:10 – 15); “Visiones” (Hechos 18:9 – 11); “Milagros” (Ex. 4:2 – 5) y “Apariciones visibles como hombre (teofanías) (Gn. 18:1, 2, 13, 17, 33).

Pero lo que nosotros necesitamos saber, es que la revelación especial de Dios para con nosotros es “Su Hijo Jesucristo” como dice en Hebreos 1:1 – 2 “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.

Cristo es la revelación completa de Dios, “el Verbo humanado” (Jn. 1:1, 14)

Toda la revelación que el hombre necesita para su vida, para su salvación, para conocer su origen, para conocer su destino, se llama “Jesucristo”.

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. 2Co. 4:6

Para tener en cuenta: ¡Cuidado con la sutileza del engaño!

Desde el siglo pasado, las mismas iglesias Bautistas están dejando que el lente de la Palabra de Dios se empañe, perdiendo ésta su “Toda Autoridad” o “Sola Escritura”.

  • Un ejemplo sencillo, es la necesidad estructural de las asociaciones o misiones. Si bien son muy útiles, en especial en Uruguay donde el creyente medio no asume un compromiso real con su economía, lo que lleva en muchos casos (no todos), a la necesidad de una estructura de soporte exterior para la provisión de materiales o locales.

El peligro que trae aparejado esto, es muy sutil, pero real, por cuanto muchas iglesias locales terminan teniendo como última autoridad los reglamentos de las directivas de las organizaciones que se suponen en concordancia de la Biblia.

Pero mi observación es que, aunque las directivas sean idénticas a la Escritura, cuando una iglesia se sujeta porque son directivas de la organización, terminan siendo estas su última autoridad, independientemente que la Escritura sea la autoridad de la organización.

  • En segundo lugar, veo de gran necesidad el poner los ojos en el lugar que se le está dando a la psicología en el campo de la consejería eclesial.

Ya que hemos separado correctamente lo que es “revelación general” y “revelación específica o especial”, aprovecho para observar el uso o la argucia legal que utiliza la psicología para explicar que es justamente en el campo de la revelación general donde queda abierta la puerta para su análisis e investigación. Colocando todo hallazgo analítico de ese campo a la par con la revelación específica (la Biblia), porque al fin y al cabo debería ser lo mismo o llegar a lo mismo, dando una autoridad a la psicología idéntica a la Escritura.

Los “psicólogos cristianos” argumentan que la Escritura como revelación especial, aun necesita de la interpretación y comprensión para que sea útil al lector o al aconsejado, por lo tanto, el echo de que ellos interpreten e intenten comprender la revelación general (aquella que se encuentra en nuestra naturaleza), les deja en una misma posición de autoridad.

A esto transcribo un párrafo de la confesión de fe de Westminster:

“Todas las cosas en las Escrituras no son igualmente claras en sí mismas, ni claras para todos, pero aquellas cosas que necesitan ser conocidas, creídas y observadas para la salvación, son tan claramente propuestas y abiertas en alguna parte u otra de las Escrituras, que no solo el erudito, sino el ignorante, en un uso debido del significado corriente, puede lograr una comprensión suficiente de ellas.”

Si sumamos a todo esto el poco esfuerzo de los ministros en el estudio sistemático de las Escrituras, llegamos a la conclusión de que en este siglo la consejería en las iglesias a pasado a ser una consejería sin Biblia y solo análisis humano.

Lo vemos en el lugar que se les da de prominencia a los psicoanalistas para llevar consejos a los matrimonios, a los padres, a los adolescentes en sus cambios, etc.

Todo esto ha relegado a la Teología pura, por ende, a la suprema autoridad de la Biblia.

Pensar que la Biblia es un libro oscuro para aconsejar, necesitando un análisis de la psicología para su exposición, es negar la existencia de la misma tinta que vemos en que fue impresa.

1 – La Biblia afirma que las personas serán consideradas eternamente responsables por desobedecer las enseñanzas contenidas en ella: Sal. 50:16 – 17; Pr. 13:13; Is. 5:24; Lc. 24:25; 2 Tim. 4:3 – 4. Y que la obediencia a sus palabras resultará en bendiciones temporales y eternas: Stgo. 1:18; 2 Ti. 33:15 – 16; Sal. 19:7 – 8.

Es absurdo suponer que Dios prometiera castigo a quienes desobedecen o bendición a quienes obedecen Su Palabra, si ellos sólo pudieran conseguir una interpretación ambigua de ella.

Jesús nos ordena a “Escrudiñad las Escrituras” Jn. 5:39, asegurando que los oyentes eran capaces de entender lo que el Antiguo Testamento decía del Mesías.

2 – Los mensajes y libros de la Biblia están destinados en su contexto a gente con la expectación de que han de entender y obedecer. En verdad, en los relatos de la biblia, la generación que primero recibió los mensajes es considerada responsable por su voluntad de obedecer. La gente que fue destinataria, también fue considerada competente para entender lo que se le decía.

La negación de la claridad de la Escritura, solo puede surgir del deseo de rechazarla como autoridad de Dios, y por lo tanto nace de rebelión.

Enviar a los hermanos que tienen necesidad en sus vidas, de cualquier índole, a los psicólogos de la congregación, es rehusar y rechazar a la misma Biblia como autoridad suficiente, independientemente que se diga que los psicólogos la utilizan para su consejería. La autoridad pasa a ser el análisis del psicólogo y la biblia solo la herramienta que utilizó.

(Todo esto, sin entrar a considerar los otros puntos que vienen de la mano, como ser el rol de autoridad espiritual que se la da las psicólogas. Ya que la Biblia dice que el pastor debe ser varón, y no dice nada que el psicólogo deba serlo, entonces a través del mecanismo de la consejería bíblica, colocamos a la mujer en un rol pastoral que la misma Biblia asignó solo al varón)

Concluyo pues, que en una iglesia Bautista Bíblica, la Biblia y solo ella, debe funcionar para el creyente como única y suficiente regla para la fe y la práctica.

(No es pecado ser psicólogo, lo que es pecado es poner mi pensamiento o el pensamiento de la filosofía del mundo a la par con la Sabiduría de Dios)

II) LA IGLESIA LOCAL

A) LA NATURALEZA DE LA IGLESIA.

1) Etimología de la palabra “iglesia.”

Sin duda el contenido que la semántica tradicional ofrece al hombre de la calle es el de un edificio cúltico (ir a la iglesia), para otros “el curro de alguno”.

El término castellano “iglesia” (como sucede en catalán, vasco, gallego, portugués, italiano y francés) procede, a través del latín “ecclesia”, del griego “ekklesia”.

Cuando se escribió el griego del N.T., este término servía, en lo profano, para designar una asamblea democráticamente convocada.

El vocablo “ekklesia” consta de dos partes: la preposición “ek” = “de”, y la forma nominal “klesía”, derivada del verbo “kaló” = “llamar”; o sea, que significa “llamar de” o “de llamados”.

La idea que nos ofrece es “segregados” o “convocados”.

Ahora bien, cuando el Señor Jesucristo utiliza el término “iglesia”, no resulta extraño para los discípulos, y esto es porque era un término técnico que corresponde en hebreo al “qahal” que era la “convocatoria” o “la congregación del pueblo” .

Cuando el Señor dice en Mat. 16:18 “sobre esta roca edificaré mi iglesia”, claramente los discípulos entendieron que Jesús se formaría una congregación, llamando del mundo a todos los que le reconozcan como el Cristo el Hijo del Dios viviente (vs.16) y todo lo que ello conlleva.

(No por ello tiene algo que ver Israel con la Iglesia).

2) Acepciones novo testamentarias del término “iglesia”.

El término “ekklesia” = iglesia, se usa en el N. Testamento de tres maneras:

a) Para significar simplemente una “asamblea” (Hc. 19:32, 39, 41) como bien se traduce en nuestras Biblias.

b) Para designar el conjunto de los redimidos por Cristo (Ef. 5:25 – 27). La primera de las dos únicas veces que Jesús mencionó la palabra “iglesia” (Mt. 16:18) tomó este término en sentido universal, o sea, “el conjunto de los creyentes de todos los tiempos y lugares a partir de esa declaración. (A esta alusión llamaremos de aquí en más Iglesia con mayúscula).

c) Para designar una comunidad local o congregación particular de los creyentes o “santos”, y éste es el sentido más corriente, en especial para nuestro uso. La segunda vez que Jesús mencionó el término “iglesia” se refirió a una comunidad concreta y visible (Mt. 18:17). Esta es el modo como la Iglesia toma cuerpo y queda circunscrita en el tiempo y en el espacio, tiene su inauguración, se al puede convocar, tiene expresión, desarrollo, decadencia, etc. De las 108 referencias a la iglesia, 90 tiene que ver con la iglesia local. En el N. Testamento, como para evitar que la palabra “iglesia” pudiese ser tomada en el sentido de una organización mundial, nacional, etc., jamás dice, por ejemplo “la iglesia de Galacia”, sino “las iglesias de Galacia”, o “la iglesia de Dios que está en Corinto”, etc.

3) Noción bíblica de “Iglesia”

Los términos “iglesia de Dios” o “templo de Dios”, se aplican en el N. Testamento, tanto a la Iglesia Universal, en sentido de realidad trascendente, como a la iglesia local (1ª Co. 3:16; 15:9; 2ª Co. 6:16; 1ª Tim. 3:5). Esto nos lleva a una observación de primerísima importancia:

LAS IGLESIAS LOCALES NO SON PROPIAMENTE PARTES DE UN TODO SUPERIOR QUE LAS ENGLOBE, SINO CÉLULAS LOCALES COMPLETAS EN LAS QUE LA IGLESIA UNIVERSAL SE CONCRETA Y MANIFIESTA.

Es decir, la Iglesia de Dios no está compuesta de comunidades subordinadas, sino de creyentes individuales. Afirmamos así, que la iglesia local no pertenece a la Iglesia Universal Invisible, sino, es la Iglesia, la iglesia no es una célula pequeña de un todo mayor, como si no representara el todo. Ahora bien, todo cristiano pertenece a la Iglesia Universal, porque pertenece a la iglesia local - ¡cuidado con los que se llaman cristianos y no quieren pertenecer a una iglesia local (responder ante ella)!

B) CONCEPTO DE IGLESIA

LO QUE NO ES

a) La Iglesia no es un templo material.

Como ya mencionamos, hay muchos que, al oír, la palabra “iglesia”, inmediatamente piensan en un edificio o templo material, como si lo más importante fuese el lugar de reunión. Es cierto que el lugar de reunión tiene su importancia, como lo tiene la capacidad del local, sus condiciones acústicas, su decoración sobria, digna y atractiva, que inviten el respeto y a la comunión fraterna, disponer de otros salones como para niños o actividades recreativas, etc.

Sin embargo, no debemos perder de vista que un lugar sagrado es todo aquel donde dos o tres creyentes se hallan reunidos en nombre de Jesucristo (Mt. 18:20), el cual puede ser una casa corriente, como comúnmente se usaba en tiempos antiguos. (Ro. 16:5; Hc. 2:46).

En su discurso en el Areópago de Atenas, el apóstol Pablo destacó que “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo…” Hechos 17:24

El mismo Señor dijo a la mujer Samaritana “la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre…; los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:21, 23).

b) La Iglesia no es una “denominación”.

Cuando alguien nos pregunta: ¿de qué iglesia somos? La respuesta, por lo general es: “Bautista…..”

Aunque no nos guste admitirlo, la denominación no hace de un grupo de creyentes, una Iglesia de Cristo (tal vez solo determine su credo o conjunto de confesiones de fe).

Ni siquiera podemos decir que el nombre “Bautista” es garantía de Iglesia de Cristo.

Uno de los mayores obstáculos que se presentan para dar a conocer la Verdad de la Palabra de Dios, es justamente la gran diversidad de denominaciones que confunden al incrédulo al momento de decidir.

La única forma de determinar si una Iglesia es de Cristo, es ver si se sujeta o ajusta al concepto Bíblico de Iglesia.

El nombre dado primitivamente a los cristianos fue el de “discípulos”, o sea, seguidores del Maestro, y todos cuantos nos preciamos de tener de Cristo por nuestro único Señor y Salvador deberíamos contentarnos con el epíteto simple y llano de “cristianos”. Fue en Antioquía (Hc. 11:26) donde por primera vez se llamó así a los discípulos de Cristo. En la zona de Palestina no hubiera sido posible que se les hubiese llamado así, puesto que los judíos se oponían tenazmente a la idea de que Jesús fuese el “Cristo” o sea, el verdadero Mesías.

En realidad, las denominaciones son el resultado de uno de estos tres factores:

a) La tradición de siglos (en cuando a doctrinas, estructuras, apelativos), acumulada en las enseñanzas e instituciones de la Iglesia Romana y de la que muchos de los grandes Reformadores no acertaron a desprenderse del todo. A causa de este remanente escoria de tradición, las iglesias específicamente llamadas “reformadas” retuvieron el bautismo de infantes y un concepto de iglesia como organización institucional reformada frente a la oficial institución romana (protestantes). Los anglicanos, los Luteranos, los Calvinistas, otros mas de esta época como Nueva Apostólica, etc.

Únicamente algunas denominaciones más recientes, como los hermanos libres, o los Bíblicos, etc., y los Bautistas (que ya preexistían a la Reforma, empalmando a través de muchas vicisitudes, con el Nuevo Testamento), se ven libres de la cascarilla de la Tradición y están en mejores condiciones para mantenerse en una actitud de continuo y profundo análisis de la Verdad.

b) El énfasis peculiar que cada grupo confesional pone en una parte del mensaje, que les parece que ha sido mal entendida por los demás. Por ejemplo, los Bautista haciendo claro hincapié en el bautismo por inmersión para la aceptación en la membresía (incluso si ha sido bautizado en otra denominación); Los Pentecostales enfatizan el bautismo del Espíritu y la necesidad del uso constante de los carismas, en especial del don de lenguas; Los Calvinistas en la predestinación; Los Hermanos Libres en los consejos de Ancianos; etc.

c) La traición (es curioso que las palabras “tradición” y “traición” procedan del mismo término latino “trajere”= entregar) que algunas denominaciones o iglesias locales hacen a la Palabra de Dios, lo que obliga a los creyentes verdaderos a una dolorosa, pero necesaria, separación y a tomar un apelativo que los distinga del grupo o iglesia de donde hubieron de salir.

Sin embargo, la causa fundamental del denominacionalismo está en la peculiar condición de la Iglesia peregrinante: santa y pecadora a la vez; baluarte de la verdad, pero expuesta a equivocaciones. Equivocaciones que se deben, a su vez, a dos motivos: 1 – La imperfección mental y espiritual de los creyentes, quienes, aun después de estudiar y meditar mucho la Palabra de Dios, no aciertan a penetrar en el verdadero sentido que el Espíritu de Dios ha querido dar a ciertos pasajes.

2 – Aunque cualquier creyente, por poco instruido que sea, puede captar claramente los puntos vitales del mensaje bíblico de salvación, hay, sin embargo, muchos detalles accesorios que están implícitos y aun velados, de tal manera que, aun después de mucho estudio y oración, los más competentes exegetas no se ponen de acuerdo sobre su interpretación.

Para concluir, digamos que la división denominacional, aunque obstaculiza la unidad visible de los cristianos y entorpece el poder de nuestro testimonio (Juan 17:21), es un defecto ineludible que, a la vez que muestra nuestras actuales limitaciones humanas, origina un sano pluralismo, propio de personas humanas que no se sienten coaccionadas por una minuciosa Dogmática o Casuística interpretación.

Lo que sí hemos de rehuir a toda costa es al fanatismo sectario que se cierra en algún aspecto o conclusión que ni ha analizado, sino simplemente la ha heredado.

LO QUE ES LA IGLESIA

1) Es un grupo de personas.

Ya hemos visto que la Iglesia no es un edificio, ni una confesión de fe, ni una denominación; ¿qué es, pues?

Sencillamente: Una congregación de personas. Eso es lo que encontramos en el libro de los Hechos; primeramente 120 reunidas en el aposento alto, luego 3000 fueron añadidas a ellas, y luego otras 2000; y así sucesivamente.

¿Qué fue lo que atrajo a las 3000? Había un grupo de cristianos ya comisionados (Mt. 28:19-20) que aguardaban según las instrucciones recibidas (Hechos 1:8); reunidos perseverando en oración y analizando las Escrituras (Hechos 1:12 -26). Allí Dios manifestó su presencia y aprobación ( Hechos 2:6…)

¿Qué tiene de peculiar ese grupo de personas que llamamos “iglesia”? En el mundo hay muchas sociedades, muchas asambleas, muchos grupos de personas, pero ¿qué es lo que distingue a esos grupos de personas y a esas asambleas que llamamos “iglesia”, de los demás grupos, sociedades y asambleas? La respuesta es que aquí se trata de algo peculiar, diferente, único en el mundo: la iglesia es un grupo de personas que han sido segregados del mundo (Hechos 2:40).

En efecto, el término “ekklesia”, como ya advertimos al comienzo, comporto un llamamiento a “salir de”. El mimo Señor habló de llamar a Sus ovejas por su nombre para que vengan a formar un solo rebaño bajo su único pastorado (Jn. 10:16).

Así que la formación de la iglesia comienza con un llamamiento de Dios (Ro. 8:30; 2 Tes. 2:14). Este llamamiento tiene como consecuencia una “segregación”, término que significa “separación de ovejas” (Hechos 26:18; 2 Co. 6:17 – 18; Gál. 1:4; 1Ped. 2:9).

Esto nos recuerda de dónde hemos salido (2 Ped. 1:4 “de la corrupción que hay en el mundo..”). Por lo tanto, como el mismo apóstol nos insta en 1 Ped. 2:11 a sentirnos “extranjeros y advenedizos”, es decir, como “gente que está de paso, que no pertenece al lugar donde está transitando.

Pero este “salir de”, tiene como finalidad “entrar en”. Por eso, después de la “segregación” vienen automáticamente la “con – gregación”, es decir, la “reunión de ovejas”, como el término indica, ya que como sinónimo de rebaño tenemos en castellano la palabra “grey”. La congregación es el estar o formar la grey, el estar reunidos como uno. (Jn. 11:52; 1 Co. 14:26; Hechos 12:12; Heb. 10:25, 33).

Uno de los grandes problemas que se dejan ver en las llamadas “iglesias” en este siglo, es que si bien han “salido de” no encuentran la capacidad de “estar en” ya que no se vislumbra un mismo sentir en cada uno de sus integrantes.

Hemos de distinguir de aquellas llamadas iglesias que tienen un fuerte apego a éste mundo. Ellos si bien son una asamblea, o congregación, no son iglesia de Cristo, porque no han “salido de”.

Al grupo de personas que llamamos “iglesia”, son aquellos que necesariamente “han nacido de nuevo” o “de arriba” por la acción regeneradora del Espíritu y la fuerza purificadora de la Palabra de Dios (Jn. 3:3, 5; 15:3; Ef. 5:26; Stgo. 1:18; 1Ped. 1:23). Se nace de Dios por el Espíritu, participando así de la naturaleza divina (Jn. 1:12 – 13; 3:5 – 8; Ro. 8:14 – 21; Gál. 3:26; 4:5 -7: Ef. 5:1; Fil. 2:15; Heb. 12:6 – 7; 1Jn. 3:1, 9; 4:7; 5:1, 4, 18). Este nuevo nacimiento nos indica de dónde y para dónde o para qué.

No bastan, personas reunidas para ser iglesia, sino personas renacidas.

2) Un grupo de personas que viven en comunión.

Como pámpanos de una misma cepa, como piedras vivas de un mismo edificio, como miembros de un mismo cuerpo, lo cristianos han de vivir en comunión su nueva vida, para poder formar realmente una iglesia. Ya Jesucristo había dicho: “donde están dos o tres congregados en Mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos ( Mt. 18:20).

En Hch. 2:44 “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas”; “comían juntos con alegría y sencillez de corazón” 2:46; “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma…” 4:32.

Esta unidad viva de todos los creyentes, por Cristo y en Cristo, es también un tema predilecto de Pablo (Ro. 12:5; 1 Cor. 1:10; 12:12-27; Gál. 3:28; Ef. 4:3 – 16; Col. 2:2, 19).

Jesús había rogado al Padre por ésta unidad (Jn. 17:11, 21, 23). No debería ser un problema la unidad en el cuerpo, ya que es lograda primeramente en el Espíritu en el momento de la regeneración (1 Co. 12:13).

Esta unidad debe ser guardada (Ef. 4:3), enriquecida (Ef. 4:16, y perfeccionada (Ef. 4:12 – 13).

3) Un grupo de personas con un programa definido.

¿Qué hacían juntos aquellos primeros cristianos?

Hechos 2:42 – 47 nos ofrece escuetamente todo el rico programa de vida cristiana comunitaria de la Iglesia primitiva, el cual debe servirnos constantemente de modelo:

a) “Perseveraban…” la primera característica es la asiduidad con que se reunían para participar en esta vida comunitaria, en culto y testimonio conjuntos y con mutua edificación (Hch. 2:42, 44, 46; 4:23-31; 5:12). Algunos años más tarde ya se daba el ahora tan frecuente y lastimoso caso de quienes tenían por costumbre dejar de asistir a las reuniones (Heb. 10:25)

b) “…en la doctrina de los apóstoles”, es decir, en la asistencia a las instrucciones que los apóstoles impartían. Vemos aquí que la doctrina va por delante de todo lo demás. Y es que sólo cuando se coincide en una misma “fe” objetiva se puede tener auténtica comunión. Pretender una mutua comunión antes de ponerse de acuerdo en lo fundamental del Evangelio es un absurdo.

c) “… en la comunión unos con otros”, o sea, en la intercomunicación de bienes, tanto espirituales como materiales (lo que comprende la “koinonía” – 1 Jn. 3:16-17), como miembros de un cuerpo (Ro. 15:26; 2 Co. 8:4; 9:13; Heb. 13:16).

d) “… en el partimiento del pan”, comiendo juntos y celebrando la Cena del Señor (Hch. 2:46; 1 Co. 11:20-34), como el mismo Jesús había hecho al instituirla (“haced esto…”) en la víspera de Su Pasión y Muerte. Esta Cena era un sello más de amistad fraterna y expresión comunitaria (1Co. 10:17), a la vez que una proclamación de la muerte del Señor hasta que vuelva.

e) “… y en las oraciones”. El carácter devocional, cultual, de estas asambleas exigía la práctica de la oración. La Iglesia primitiva era una iglesia orante y ello daba la medida de su potencia y de su testimonio.

f) “… con alegría y sencillez de corazón”. Notamos que era gente feliz y manifestaban un gozo radiante, del que las iglesias carecen a menudo, dando la impresión ante el mundo de unos tipos raros que se sienten miserables frente a la gente que pretende disfrutar de la vida al margen del Evangelio. Por eso el dicho popular “no necesito ir a la iglesia” porque piensan que es un lugar para los que están amargados.

g) “… alabando a Dios”. Ensalzando a Dios por Su Santidad infinita, por su bondad inefable, por haberles entregado a Su Hijo Unigénito en propiciación por sus pecados (1 Jn. 2:2), por haberles rescatado de la condenación, por haberles hecho hijos Suyos, por lo que eran y por lo que les quedaba por ser (1 Jn. 3:2).

Ahora estamos en condiciones de armar una definición descriptiva de Iglesia:

“Una iglesia es una congregación de discípulos de Cristo bautizados, que Le reconocen a El como su Cabeza, que confían en Su sacrificio expiatorio para la justificación delante de Dios, que dependen del Espíritu Santo para la santificación, que están unidos en la creencia del Evangelio y comprometidos a mantener Sus ordenanzas y a obedecer Sus preceptos, reuniéndose para el culto y cooperando para la extensión del reino de Cristo en el mundo”.

Son tres los requisitos existenciales: - Auto soporte – Auto gobierno – Auto propagación.

Dos aspectos a destacar de la Iglesia son: 1) La Iglesia invisible y la Iglesia visible.

Al hablar de este modo no pretendo insinuar que haya dos iglesias diferentes o que la iglesia conste de dos partes, sino sólo distinguir dos aspectos de una misma realidad, la cual es invisible en cuanto a su íntima esencia espiritual, ya que es invisible la regeneración que nos imparte la vida divina, como invisibles son también las operaciones del Espíritu en los creyentes y en la Iglesia, y la comunión de los fieles con el Señor y entre sí. Pero esta realidad invisible toma forma concreta visible en los hombres que la componen, en el lugar de reunión, en los actos de culto y testimonio y en la organización y gobierno de las comunidades locales.

2) Iglesia Organismo e Iglesia Organización.

En una perspectiva similar, vemos que la iglesia como organismo es algo vivo espiritualmente, donde los diversos órganos y funciones esenciales vienen dados por el hecho de la unión vital con Cristo y de la participación en los dones del Espíritu, mientras que la iglesia como organización es como el andamiaje o caparazón por el que dicho organismo se manifiesta al exterior en determinadas formas de administración y de gobierno. Para distinguir bien entre ambos aspectos téngase en cuenta lo siguiente: a) como organismo, la iglesia es la comunidad de los creyentes, unidos a Cristo por el Espíritu; como organización, es una agencia divina para la conversión de los pecadores y la edificación de los fieles; b) como organismo, la iglesia está dotada de dones que posibilitan el ministerio común de cada miembro de iglesia; como organización, adquiere forma institucional y funciona a través de los oficios y demás medios convenientes para su buen funcionamiento; c) como organismo, la iglesia tiene dentro de sí misma el objetivo de su constitución: hacer de los inconversos – cristianos (aunque es obra del Espíritu),por la Palabra, para que crezcan hasta la medida de un varón perfecto (Ef. 4:13); como organización, es un medio para el perfeccionamiento de los santos (Ef. 4:11 – 12)

El hecho es que la iglesia primero es un organismo y luego una organización. Al parecer existe la tendencia de apuntar primero a la organización, colocando los esquemas secundarios (como templo, vehículos, música, etc.) para formar un iglesia, lo cual es un error. Hay por ahí organizaciones religiosas que funcionan, pero no son iglesias porque no está formada como un organismo vivo que se conforma de personas nacidas de nuevo.

C) LOS OBJETIVOS DE LA IGLESIA

1 – La gran comisión.

A partir de Pentecostés, la Iglesia comenzó a desempeñar la comisión que el Señor le había encargado, una tarea que durará hasta el fin de los tiempos (Mt. 28:20)

Ni siquiera en el Antiguo Testamento faltó este espíritu de expansión del mensaje salvador. Dios prometió a Abraham que todas las familias de la tierra serían benditas en él (Gn. 12:3). El Salmo 86: 9 canta de la gloria y el culto que todas las naciones ofrecerán un día al Señor, que si bien habla de un tiempo en el Milenio, en pequeña escala se va cumpliendo entre nosotros.

Y todo el Libro de Jonás es un ejemplo relevante y conmovedor de que la predicación de la Buena Nueva a los gentiles no era ajena al A. Testamento.

Pero es después de la resurrección de Jesucristo cuando la Iglesia, con el poder del Espíritu Santo descendido en Pentecostés, se entrega de lleno a cumplir su objetivo primordial de fomentar la expansión del Reino de Dios. La comisión para esta tarea se encuentra, con algunas variantes en los cuatro libros llamados evangelios (Mt. 28:18 – 20 – hacer discípulos a todas las naciones, bautizándoles y adoctrinándoles; Mr. 16:15-16 - `predicar el Evangelio a todos para salvación; quien rechace el mensaje, se condenará; Lc. 24:46 – 49 – predicar el arrepentimiento y el perdón de pecados; Jn. 20:21 – 23, donde se incluye la disciplina eclesial.

Esta comisión dada por el Señor mismo a la Iglesia hace que todas y cada una de las iglesias locales sean, esencialmente MISIÓN. Decimos esencialmente porque el darse a sí misma para transmitir el mensaje de salvación es esencial para la misma vida de la Iglesia. Una Iglesia que piensa recibir edificación sin darse en misión, enfermará hasta morir, mientras que una iglesia bíblicamente misionera tiene en esta actividad el mejor termómetro de su vitalidad interior.

2 – La Iglesia, colaboradora de Dios.

Hablar de los objetivos de la Iglesia equivale a hablar del fin que Cristo se propuso al fundarla, o sea, de la utilidad de la Iglesia en los planes de Dios. Al dirigirse a los fieles de Corinto (1 Co. 3:9), dice Pablo que la edificación de la Iglesia es una colaboración con Dios en obra de labranza, en la que los ministros plantan y riegan (operan desde fuera) y Dios da el crecimiento (opera desde dentro). Aunque Dios es soberano y siempre tiene la iniciativa en la obra de la salvación, sin embargo ha querido admitir colaboradores en esta obra, como había dispuesto la colaboración de nuestros primeros padres en la tarea de prolongar la obra de la creación y, sobre todo, de propagar la especie humana, multiplicando la vida. De la misma manera, Cristo ha encomendado a Su Iglesia la continuación, por el Espíritu, de la obra cuya consumación se llevó a cabo en el Calvario, pero que ha de ser aplicada en la Iglesia y por la Iglesia, mediante el ministerio de la Palabra, el ejercicio de la disciplina y la práctica del testimonio.

Para evitar confusiones, hemos de recordar que aunque la Iglesia es esposa de Cristo y continúa Su obra, tiene que dar testimonio de Cristo apuntando siempre hacia Él, no hacia sí misma y reconociendo constantemente la dependencia de que se encuentra respecto al que es su Juez, tanto como su Salvador.

3 – Primer objetivo de la Iglesia: mantener una antorcha

Dirigiéndose a su discípulo Timoteo, dice Pablo que la Iglesia de Dios es “columna y baluarte de la verdad” ( 1Tim. 3:15). Estas palabras significan que, de la misma manera que los pilares de un edificio mantiene el techo, y el baluarte fundamental sostiene toda la superestructura, así también la Iglesia ha de mantener en lato, sin desmayo y sin descanso, incólume e incorrupta, la verdad del Evangelio. No debemos olvidarnos que la Iglesia es:

a) Producto de la Verdad. Si somos “renacidos… por la Palabra de Dios” ( 1 Ped. 1:23); si “la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Ro. 10:17); y si los que reciben la Palabra son añadidos a la Iglesia (Hechos 2:41), resulta obvio que la Iglesia es producto de la Palabra de verdad, siendo cada iglesia una comunidad de creyentes, justificados por la fe (Ro. 3:28; 5:1), hijos espirituales de Abraham, “padre de todos los creyentes” (Ro. 4:11).

b) Guardián y Heraldo de la Verdad. En la Antigua Alianza, Dios se escogió quienes proclamasen Su mensaje ante el pueblo con la consigna: “Así dice el Señor” . De ahí que el término “profeta” significa primordialmente “el que habla en lugar de otro”, siendo portavoz de otra persona. Igualmente, Cristo eligió doce enviados (es lo que significa “apóstol”) que le fuesen testigos especiales, constituyéndolos así en cimientos de la Iglesia (Ef. 2:20), e hizo de la Iglesia misma un pueblo de profetas que publicasen las maravillas de Dios en la salvación de los Suyos (1Ped. 2:9). Esta proclamación tiene en el griego del Nuevo Testamento un término específico: “Kerysso”, que implicaba el oficio de un heraldo o alguacil respecto a un bando u orden de la autoridad. De este “bando” o “decreto real” no se puede quitar nada (Mt. 28:20 “todas las cosas”; Jn. 14:16; 16:15). Sólo una iglesia en la que se predique todo el mensaje, explicándolo y aplicándolo a todos los problemas y a todos los individuos, puede gloriarse de ser “columna y baluarte de la verdad”.

c) Intérprete de la Verdad. Todo creyente que, estudioso y orante, se deje conducir por el Espíritu, irá penetrando progresivamente en los tesoros de la Palabra. Con todo, la interpretación más segura de la Escrituraes fruto de una tarea comunitaria, es decir, eclesial. No quiero decir con ellos que se requiera una persona o casta aparte, con un carisma institucionalizado de interpretación “infalible”, pero es igualmente peligroso el irse al otro extremo de conceder o concebir a cualquier miembro el don de interpretación correcta. Los dones se dan para el bien del Cuerpo de Cristo, y es dentro de ese Cuerpo, sobre todo, donde tiene cierta garantía de eficiencia, aunque nunca de infalibilidad. Cualquier miembro de iglesia puede y debe ejercitar su don profético, enseñando la Palabra de Dios a quienes no la conocen, especialmente a los inconversos, como Felipe al eunuco etíope (Hech. 8:35), pero ello ha de hacerse en nombre y como por comisión de la respectiva comunidad eclesial, siendo un ministerio que requiere dones y competencia que no siempre son comunes a todos los miembros de la iglesia.

4 – Segundo objetivo de la Iglesia: alimentar una vida.

La tarea de la Iglesia no se limita a difundir el mensaje de la verdad, sino que ha de ocuparse también de la edificación progresiva de los nuevos miembros. Por este ministerio (tanto común de todos los miembros, como específico o pastoral) el Señor prosigue y acaba Su obra (Fil. 1:6; 1Tes. 5:23-24). El ha puesto en Su Iglesia diversidad de ministerios, de acuerdo con los diferentes dones del Espíritu, a fin de que la “la ley de crecimiento” se verifique y se consume en la Iglesia ( Ef. 4:11-16; Col. 1:9 – 11; 2:19; 2Ped. 3:18..). La calidad de una iglesia tiene su piedra de toque en la atención que dedica a esta tarea de edificación.

Al convertirse una persona, pasa por una experiencia que se realiza de una vez por todas: es salvo y justificado para siempre; ha pasado de muerte a vida, y su posición en Cristo es total, como total es la posesión que Cristo ha tomado de él (Fil 3:12). Pero es una vida recién nacida, y toda vida tiende a desarrollarse, a crecer; un cuerpo que no crece es un cuerpo raquítico, si no es que está muerto. Y para crecer hay que alimentarse (1Ped. 2:2). Es cierto que cada cristiano tiene el derecho y la obligación de buscar por sí mismo ese alimento mediante el estudio y la oración, pero en muchísimos casos tal estudio es insuficiente por falta de tiempo o de competencia; de ahí que sea necesaria la debida instrucción, clara y metódica, por parte de los pastores de la grey de Dios. De ahí la seriedad de la exhortación, primero del Señor a Pedro (Jn. 21:15 – 17) y después de Pablo y del mismo Pedro (Hch. 20:28; 1 Tim. 4:13 – 16; 2 Tim. 2:15; 4:1 – 4; Tito 2:1, 15; 3:8; 1 Ped. 5:2)

III SOLO SALVOS SON MIEMBROS

Puesto que cada iglesia local no es más que la concreción espacio-temporal de esa realidad trascendente que llamamos, con mayúscula, “la Iglesia”, una verdadera membresía en la iglesia local implica la unión vital con Cristo-Cabeza, mediante el nuevo nacimiento. Por tanto, es contra la misma esencia de la Iglesia (congregación de los creyentes) el que figuren en el registro eclesial miembros no regenerados. Sin embargo, como el interior de los corazones es conocido solamente por Dios (2Tim. 2:19), puede darse el caso de que algún inconverso se encuentre, como adherencia postiza, en la estructura visible de una iglesia local (incluso con lugar preeminente) Ef. 4:14; 1 Tim. 4:1..; 1 Jn. 2:18 – 19.

1 Jn. 2:19 es un pasaje sumamente luminoso a este respecto, dice: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”.

En este pasaje tenemos dos enseñanzas fundamentales:

a) “Si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros” – es decir, el verdadero creyente permanece hasta el fin, no como mérito para alcanzar la salvación final, sino como indicio de la salvación adquirida. Los que permanecen con nosotros muestran ser de los nuestros, mientras que, como dice Calvino, “los que se marchan, nunca han sido completamente imbuidos del conocimiento salvador de Cristo, sino que sólo han tenido una ligera y pasajera degustación de él”. (Heb. 6:4 -. 8)

b) “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros”. Esto significa que puede darse el caso de que alguien esté con nosotros (que se halle aparentemente en la iglesia), sin que sea de la iglesia, por falta de unión vital con Cristo-Cabeza. Participan de nuestra compañía terrenal, se sienten cómodos con ella, pero no participan de nuestro nacimiento celestial. A medida que los demás crecen, ellos permanecen iguales, y en su mayoría termina por alejarse. “para que se manifieste que no todos son de nosotros”, es decir, con el designio providencial de que los elementos espurios salgan a la luz y dejen de seducir a los escogidos. En último término, el Gran Día del Señor descubrirá la escoria entre el oro, y la cizaña entre el trigo. Será de responsabilidad de cada uno examinarse a sí mismo para ver si posee los caracteres de un verdadero cristiano y así evitar que el Señor pueda decirles un día: “¡No os conozco!” (Mt. 25:12)

IV) EL SACERDOCIO DEL CREYENTE

CO – MIEMBRO.

La noción de miembro de iglesia comporta la idea de que el creyente es parte del organismo eclesial y, por tanto, vive y funciona de acuerdo con este concepto. Por eso, guarda una íntima relación con la Cabeza – Cristo, y con los demás miembros; relación que el apóstol expresa por medio de vocablos acuñados por él mismo, en los que entra como prefijo la partícula con, que indica una participación conjunta. Así dice que somos co-sepultados, co-plantados, co-crucificados, co-resucitados (Ro. 6:4 – 7), co-vivificados y co-sentados en los Cielos con Cristo (Ef. 2:5 – 6).

Aquí tiene, por otra parte, todo su sentido el término griego “koinonía” = comunión (“communio” en latín indica un “munus”= “cargo y regalo común”, y de ahí, una creencia común, una vida común, una participación en común de los bienes) con que el Nuevo Testamento expresa la relación íntima de los miembros con la Cabeza y entre sí, de tal manera que ningún cristiano vive de sí, para sí, por sí, en sí solo; sino que podemos afirmar que todos los miembros de la iglesia con-creen, con-viven, con-parten y con-sufren. Esta comunión es tan esencial para la iglesia y para cada miembro, que Juan la pone como test de una verdadera conversión (1 Jn. 3:14 – 18). Ya Jesús había dicho de la comunión que debe haber en Su iglesia, cuan importante es (Jn. 13:35; 17:21).

No puede existir un miembro de una iglesia local, que no esté comprometido con ella como lo está con su propia vida.

El miembro de una iglesia bautista bíblica entiende que la estabilidad, salud y edificación del cuerpo eclesial, es una responsabilidad ineludible y factible de sanción su negativa a la misma.

Entendemos como básico: Participar de toda actividad del cuerpo; Sujetarse a las directrices del liderazgo (en un consentimiento bíblico); Interesarse los unos por los otros; Sostener el ministerio de la iglesia tanto en forma participativa personal como materialmente pueda hacerlo; Etc.

RELACIÓN DE LOS MIEMBROS CON LA CABEZA.

Efesios 1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18; 2:19 son los lugares donde encontramos explícita la afirmación de que Cristo es la Cabeza de la Iglesia. Examinemos dichos textos:

Ef. 1:22; 5:23; Col. 1:18 contienen la misma frase con ligeras variantes: “…lo dio (a Cristo) por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, que es su cuerpo”.

Ef. 4:15; Col. 2:19 enseñan lo mismo con diferente fraseología: “crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo…”; “y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo… crece con el crecimiento que da Dios”.

De las enseñanzas que de estos textos, así como otros (Ro. 12:4 – 5; 1Co. 10:17; 12:12-27), se deduce lo siguiente:

a) A la vista de Col. 2:10 (1:16-17), donde Cristo aparece como Cabeza cósmica (especialmente sobre todos los ángeles, para que nadie piense que éstos pueden mediar o interferirse entre Dios y nosotros), la idea de Cabeza implica primero que Cristo es el Jefe Soberano y Señor Propietario de la Iglesia. Ha de tenerse en cuenta que Pablo nunca dice que formamos “un cuerpo con Cristo”, sino que “somos un cuerpo en Cristo” (Ro. 12:5) y que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, o sea, del que Cristo es Cabeza-jefe; pero Cristo no es parte de ese Cuerpo. En esto hay una notable diferencia con una cabeza física. Por tanto, toda la Iglesia le está sometida como a Cabeza-Jefe.

b) De la Cabeza-Cristo, toda la Iglesia recibe el suministro de energía espiritual por medio de los diversos dones que el Espíritu reparte a cada uno. Este reparto es tan abundante que Pablo puede decir que la Iglesia es la plenitud (“pleroma”) de Cristo (Ef. 1:23), no en el sentido de que la Iglesia complete intrínsicamente o añada algo a Cristo, sino porque “es designio divino que la Iglesia sea expresión plena de Cristo, siendo llenada por Aquél cuyo destino es llenarlo todo”. Del mismo modo que no hay verdadero Rey sin reino, ni Redentor sin redimidos, así tampoco el Señor, Jefe-Cabeza, halla su pleno sentido sin la comunidad – cuerpo – de los Suyos, unidos íntimamente con El para siempre.

c) Con el suministro, por el Espíritu Santo, desde la Cabeza al cuerpo, Cristo da a este cuerpo espiritual, no sólo vida, sino también unidad; “bien concertado y unido…” (Ef. 4:16). Es decir, que el Espíritu armoniza conjuntamente las distintas partes – miembros – de la Iglesia y engarza hacia Cristo – en la comunión espiritual que de El emana – esas distintas partes unidas entre sí. Como toda cabeza, Cristo da también movimiento a Su Cuerpo, puesto que la vida cristiana es algo dinámico: crecimiento, edificación, marcha codo a codo.

V) LA LIBERTAD INDIVIDUAL DE LOS MIEMBROS

Una iglesia bautista bíblica, nunca obligará a nadie a creer, ni intimidará para ello. No es necesario que hablemos de las atrocidades que se han cometido en la historia por mano de los papistas que torturaban y mataban a los cristianos bíblicos para que renegaran de su fe y aceptaran la fe católica como única verdad.

La fe es individual y no corporativa, por lo tanto, la conciencia de cada cristiano puede ser educada e instruida pero no anulada. (Ro. 14:5, 12) (Hc. 15:36 – 41)

De esta libertad y todo lo anterior se deduce lo siguiente:

a) La ayuda mutua entre los miembros, de la que habla en Ef. 4:16 y que es esencial a la noción de co-miembro, se ejerce por medio de las “junturas”, es decir, por el mutuo contacto y enlace de unos miembros con otros. Los miembros de la Iglesia se enlazan por medio de sus ministerios peculiares, los cuales han de ejercitarse de acuerdo con los dones que cada uno ha recibido.

b) Cada miembro tiene el derecho y la obligación de ejercitar y mantener vivo (activo) el don recibido, no permitiendo que pierda su calor bajo la sombra de la flojera, sino reavivándolo continuamente ( 2 Tim. 1:6; Ro. 12:6; 1Co. 12:25).

c) El derecho a ejercitar los dones proporciona a cada miembro una parte activa en la edificación de la Iglesia, mediante la diversidad de dones, especialmente mediante el más excelente camino del amor fraternal (1 Co. 12:31; cap.13), del que todos (sin jerarquía ni clases) pueden y deben usar. En la Iglesia no pueden haber inútiles (pues todos tiene algún don), ni parados (pues nunca se acaba el trabajo), ni mutilados de guerra (en el sentido espiritual, ya que cualquier debilidad es superada por el poder del Espíritu). Todo ministerio debe ser respetado dentro de su competencia peculiar, pero nadie debe imponerse a los demás: los miembros no sirven al pastor, ni a los diáconos, etc., sino al Espíritu, quien a colocado a los mencionados.

CÓMO SE OBTIENE LA MEMBRESÍA.

Hablar de membresía es hablar de la entrada a la Iglesia, y si bien es obvio, debemos aclarar que existen dos tipos de membresía.

Hay que distinguir entre la Iglesia en su realidad trascendente y misteriosa (el grupo de todos los salvos en Cristo), y la iglesia local, o concreción espacio-temporal de esa realidad trascendente y universal.

1 – La entrada a la Iglesia como realidad espiritual trascendente es absolutamente necesaria para salvación (por ser salvos, pertenecemos a ella). Y se realiza por el nuevo nacimiento. Por ejemplos, hemos de decir que el ladrón en la cruz, fue miembro de ésta Iglesia, aunque no tuvo oportunidad de pertenecer a la iglesia local. Como leemos en 1 Cor. 12:13 “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo” hablándonos de la inclusión en la Iglesia como un acto del Espíritu Santo (“sumergidos en Cristo), y que obviamente el versículo no se limita a la iglesia local, ya que Pablo y Sóstenes no pertenecían a esa iglesia.

2 – La entrada a la iglesia local. a) Importancia de obtener la membresía en una iglesia local. Hay creyentes sinceros que sienten cierta repugnancia a formar parte de una iglesia local determinada. Hay incluso quienes pretenden apoyar en la Escritura su equivocada actitud. Sin embargo, se trata de algo muy importante. El contexto entero del Nuevo Testamento, al hablar de iglesias locales, nos está indicando que todos los creyentes de una localidad determinada formaban parte de la “familia de la fe” (Gál. 6:10), a no ser que se les marginase como medida disciplinar correctiva.

El ser miembro de una iglesia implica tanto privilegios como responsabilidades, que deben extenderse a toda la familia eclesial. Los creyentes no pueden descuidar el servicio que deben prestar a su iglesia, ni ser negligentes en el testimonio que compromete a la comunidad. Tanto Ro. 12, 1Co. 12, Ef. 4, et. , nos enseñan que somos miembros los unos de los otros, con la consiguiente vida de relación en verdad y amor, y no es lícito eludir la responsabilidad y el privilegio que ellos implica.

b) ¿Cómo se obtiene la membresía?. La práctica de la iglesia primitiva nos dice que la entrada en la iglesia local es por medio del bautismo, lo cual implica la inmersión en agua luego de haber creído y haber nacido de nuevo por el Espíritu (Hech. 2:38 – 41)

No cualquiera se autobautiza, se deberá realizar por autoridad de la iglesia local que le recibe. La iglesia recibe a aquel que ya fue añadido por Dios. Cuando hablamos de membresía, podemos pensar en la inclusión a una lista en una hoja del acta, pero en realidad hablamos de integrar la asamblea en comunión.

Si alguien, en desobediencia al mandato del Señor (Mt. 28:18 – 20), rehúsa someterse a la comisión dada a la iglesia a este respecto, no deber ser admitido a formar parte de la comunidad local (respetándose un tiempo prudencial de entendimiento, recordando que en el tiempo de los apóstoles, la idea del judío sobre el bautismo ceremonial no era extraña, por lo que no tenían inconveniente en hacerlo de inmediato).

El bautismo resulta en una enseñanza grafica de lo que dice en Gál. 3:27, donde justamente damos testimonio de que hemos muerto al pecado y ahora vivimos para Cristo estando revestidos de él.

Aun es necesario aclarar, que no se bautiza a todo el que lo desee; la iglesia local tiene la responsabilidad de discernir frutos de nuevo nacimiento antes de proceder al bautismo.

Un posible test podrían ser las siguientes tres preguntas:

1 _ ¿Tiene el candidato un conocimiento vivo y experimental, de un Salvador, precedido y acompañado de verdadera convicción de pecado y sed de salvación, y sin confiar en sus propias obras o méritos para salvarse?

2 - ¿Consiste su fe en una entrega total a Cristo, Dios manifestado en carne, como a su único Salvador, y en una firme creencia en lo que la Palabra de Dios nos dice de Su persona, de Su doctrina y de Su obra?

3 - ¿Muestra en su conducta los frutos de un regenerado (Mt. 7:20; Gál. 5:22), es decir, un progreso en la santificación, sin caer en el perfeccionismo?

LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA

1 – Necesidad de disciplina.

Entendemos por disciplina la acción que la iglesia local se ve obligada a tomar con alguno de sus miembros, cuando éste rehúsa apartarse de un grave error doctrinal o de un pecado notorio y escandaloso. La disciplina es algo necesario para preservar el testimonio y la pureza de una iglesia.

2 – Clases de disciplina.

a) PRIVADA. Es la mencionada en Mt. 5.23-24; 18:15-18. Dado que las palabras “contra ti” de Mt. 18:15 no aparecen en la mayoría de los manuscritos, podemos decir que, más bien que son dos clases de ofensas (personales y públicas), se trata de dos modos distintos de ejercitar la disciplina, siendo privada cuando el miembro ofensor es corregido por otro hermano en secreto y con amor (Ef. 4:32). La frase de Mt. 18:15 “has ganado a tu hermano” demuestra que el pecado de cualquier hermano no es sólo una pérdida para Dios y para él mismo (vs. 11-14), sino también para los demás miembros de la iglesia, puesto que todo fallo en el Cuerpo de Cristo hace descender el nivel espiritual de la comunidad. Nunca se debe llevar una queja contra un hermano a la iglesia o al pastor, sin haber antes intentado corregirle en secreto. Aun podemos considerar como privada, la instancia en la cual se llevan dos o tres testigos (Mt. 18:16), aunque es cierto que en una iglesia chica, eso basta para que sea pública.

b) PÚBLICA. Cuando la ofensa es grave y pública, o el ofensor rehúsa corregirse tras la corrección privada, debe aplicarse la disciplina eclesial de acuerdo a 1 Co. 5:1 – 13; 2 Tes. 3:6. Por el primer pasaje se puede ver que Pablo no concede moratorias para despedir al incestuoso. Allá el pecador con Dios y con su conciencia, donde ha de buscar el sincero arrepentimiento y el decidido propósito de la enmienda, pero la iglesia no puede ni debe esperar cuando su reputación y su necesidad de continua auto-purificación están comprometidas. La iglesia no es una Sociedad de Socorros Mutuos, sino una comunidad de creyentes segregados del mundo.

La razón del tan citado versículo de Mt. 18:20 “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Está directamente relacionado con la autoridad de aquellos que concientes de la Santidad del Señor y sujetándose a Su Palabra, procuran reprender al hermano que anda desordenadamente, no necesitando cargo para ello.

3 – “Excomunión y Reconciliación.

Aparate de los crímenes que eran castigados con la muerte, los judíos practican tres clases de excomunión:

a’) la separación durante un mes, llamada en hebreo “niddu” y en griego “aphorismós”;

b’) la exclusión de las asambleas, o “jerem”, en griego “anathema”;

c’) la permanente separación de la comunidad, o “shammattah”

En cambio en el Nuevo Testamento no aparecen distinciones en el tiempo o en el grado de separación, sino que sólo se menciona la necesidad de apartarse decidida y totalmente de cuantos manchan el nombre cristiano. Así han de entenderse lugares como: 1 Co. 5:1 – 13; 2 Co. 2:6 – 8; 2 Tes. 3:6; 2 Jn. 9 – 11. En especial en el pasaje de 1 Corintios vemos que la separación ha de mantenerse dentro de los ya segregados del mundo, puesto que es esta mezcolanza dentro de la iglesia la que contamina el Cuerpo y embota el testimonio, mientras que el contacto con el mundo depravado, del que no se pude esperar otra cosa y al que hemos de presentar nuestro testimonio, es ineludible.

En el terreno cultual, la excomunión comporta esencialmente la exclusión de la comunión eclesial y, por tanto, de la participación de la Cena del Señor. No se excluye al ofensor de las oraciones (Stgo. 5:14-16). Tampoco se prohíbe que asistan a la predicación de la Palabra, siendo éste el medio primordial para que recapaciten, se arrepientan y vuelvan al buen camino.

La disciplina adquiere la fuerza de la expulsión cuando el testimonio no bíblico del hermano, afecta directamente el testimonio local de la asamblea, o produce separación entre el cuerpo. (1 Co. 5:2, 6, 13; Tito 3:10 – 11)

4 - ¿Quién tiene que aplicar la disciplina?

La disciplina privada, se llevará a cabo por el hermano espiritual que fue percatado por el Espíritu.

En cuanto a la disciplina pública, ha quedado claro que le corresponde al cuerpo eclesial hacerlo en el Nombre de Cristo, en obediencia a la Palabra de Dios y en el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, el pastor, los ancianos y los diáconos tienen en ello un doble papel:

1º - de supervisión, procurando informarse fiel e imparcialmente sobre las ofensas y sus circunstancias y presionando para que se den los pasos que señala la Palabra de Dios.

2º - de ejecución, en la que el pastor no ejerce ninguna autoridad propia, sino que es el órgano ejecutor de la iglesia y el superintendente especialmente responsable de la purificación de la comunidad, para el buen nombre del Señor y para el bien espiritual de la misma persona ofensora, pues éstas deben ser las metas u objetivos de toda comunidad verdaderamente cristiana al usar la llave de la disciplina.

VI) LOS OFICIOS EN LA IGLESIA

Origen y autoridad de los oficios.- Cristo es el Rey y Señor de Su Iglesia, y Él mismo, con Su sangre, nos ha hecho profetas, sacerdotes y reyes – “real sacerdocio” (1Ped.2:9). Así como el ministerio profético, común a todos los miembros, asume una forma específica en los “profetas y maestros” (Hch. 13:1), o “ancianos que enseñan”, así también el ministerio regio, común a todos los miembros, asume una forma especial en los ancianos que gobiernan. Así pues, podemos concluir que los oficios específicos, tienen su raíz en el oficio universal. Por ello, corresponde a la iglesia misma el elegir los oficios: o sea, de abajo arriba, no de arriba abajo (impuesto por jerarquía).

Si el organizarse mediante el nombramiento de oficios corresponde a la iglesia local misma, se sigue necesariamente que los oficio gobiernan la iglesia con el consentimiento expreso de sus miembros, de tal manera que la imposición de un pastor u otro oficial de iglesia sin el consentimiento de los miembros en una negación del oficio universal de éstos, y aun del mismo concepto de iglesia como cuerpo de Cristo-Cabeza. Este mismo concepto de cuerpo exige que los oficios emerjan de la propia congregación; o sea, una iglesia ha de elegir sus oficiales de entre su membresía. Como quiera que el pastorado no es un mero oficio, sino un ministerio localizado que requiere ciertos dones específicos y un llamamiento de parte del Señor, la iglesia puede reconocer y aceptar como pastor a una persona debidamente dotada, aunque proceda de otro lugar y aun de otra denominación, con tal que dicha persona acepte previamente la constitución y orden de la iglesia referida y quede así afiliada dentro de la posición doctrinal y disciplinar de la membresía correspondiente.

La forma correcta de gobierno de cualquier iglesia local siempre será una “teo-democracia”, donde la única verdadera autoridad es divina (de Cristo) y en la que le Espíritu Santo distribuye los dones y constituye los ministerios, llamando a desempeñar los servicios. En este sentido, la iglesia se gobierna en forma de teocracia.

Pero es la iglesia toda, la que discierne los dones y reconoce los ministerios, nombrando y aceptando los oficios; en este sentido, es que digo es además una democracia. Entender este aspecto y en el orden dado es de suma importancia para no caer en graves errores; por ejemplo: la iglesia no es primero una democracia donde todos opinan y luego ven como sujetan sus opiniones a la Palabra de Dios, ni tampoco el pastor tiene como primera responsabilidad el sujetarse a la congregación, sino ante Cristo primeramente.

Si bien, por toda la exposición de lo que es una membresía, implicamos que todos han de tener voz y voto en los asuntos de la iglesia, todo esto se da en la forma de un ideal, ya que nos enfrentamos a dos obstáculos muy comunes: a) La falta de la debida formación, así como de la necesaria dedicación y responsabilidad de cada miembro, lo que puede hacer de un voto mayoritario una resolución imprudente y peligrosa; b) La pasividad que va junto a un concepto “gregario” de membresía, favoreciendo la anómala situación de una iglesia en que el pastor ordena todos los programas, expone todas las iniciativas y toma todas las resoluciones; lo cual resulta más peligroso cuando tal pastor posee características temperamentales que le predisponen a asumir actitudes dictatoriales o paternalistas.

Variedad de gobierno en nuestra época.

a) Gobierno Episcopal. Se trata de una forma claramente antibíblica, por lo cual no se encuentra en nuestros círculos. El ejemplo que tenemos a la mano es la iglesia católica con pirámide que termina en el Papa – para ellos su cabeza visible.

b) Gobierno Presbiteral. Así como en el Episcopal, hay una “jerarquía” oficial, impuesta a las iglesias desde fuera hacia dentro y de arriba hacia abajo. Es comparable a un Estado constituido en base a una democracia. Cada congregación nombra un cuerpo de ancianos (presbíteros), asociados al pastor (que es un anciano separado para el oficio de enseñar), con el que forman una sesión. Los ministros y ancianos representativos de cada sesión hacen un presbiterio. Los presbiterios se agrupan en sínodos (concilios).Sobre los sínodos está la asamblea general. Los Metodistas se rigen por un gobierno similar. En algún caso habría de analizarse si una misión, no toma el papel sobre las iglesias como si fuera un presbiterio, infiriendo en las decisiones de la misma.

c) Gobierno Congregacional. Muchas de las iglesias independientes, se rigen por un sistema “teo-democrático” que hemos expuesto anteriormente. Dentro de éste sistema de gobierno, Cristo es la única autoridad gubernativa de las iglesias y Su autoridad jamás es delegada a los hombres, sino que es comunicada a la iglesia (congregación) por el Espíritu Santo a través de las Escrituras, de tal manera que puede decirse que no se trata de un gobierno del pueblo para el pueblo, sino del Espíritu Santo a través del pueblo. Así, la iglesia no intenta meramente descubrir la opinión de la mayoría, sino la mente de Cristo expresada por el Espíritu a través de la oración y de la comunión eclesial. En esta organización hay lugar para un ministerio específico: pastor escogido y llamado por el Señor, y reconocido y aceptado por la iglesia, así como ancianos y diáconos.

d) Asamblea de Hermanos. En ellas, el ministerio pastoral está diluido en la congregación, no admitiendo el pastorado único y específico, mientras que la función supervisora y gubernativa está en manos de un grupo de “ancianos”. Hay, sin embargo, lugar para ancianos encargados especialmente de ministerio de la Palabra, que pueden incluso dedicarse exclusivamente a esta obra. La administración está en manos de ancianos, los cuales no son elegidos por el voto de la congregación, sino reconocidos por los hermanos como equipados por el Señor para tal ministerio.

Los Oficios.

No puede decirse que los oficiantes son esenciales para la existencia de una iglesia, porque la iglesia debe existir antes de que pueda nombrar sus oficiantes. Así como los ministerios o funciones son esenciales para el desarrollo del organismo eclesial, los oficios pertenecen a la organización de la iglesia local, y, por tanto, no son necesarios para la vida misma de la iglesia, sino para el buen funcionamiento de sus estructuras. Los oficios que comportan un ministerio específico se reducen a dos: pastores (ancianos) y diáconos. Distingo nuestras iglesias de un gran error, donde se suele dotar a los oficiantes (aquellos que desempeñan un oficio) de carácter de oficiales (jerarcas superiores).

- Supervisores, ancianos, pastores o conductores.

Todos estos nombres designan distintas funciones de una misma persona:

A) SUPERVISOR (griego “episkopos”) – que muchas veces traducen por “obispo”, es un término que expresa los deberes y responsabilidades de un pastor. Que es sinónimo de “anciano” (griego “presbíteros”) queda patente por Hechos 20:17, 28, donde a los “presbíteros” de Efeso se les llama “obispos”, así como por Tito 1:5, 7, donde los “ancianos” nombrados para cada localidad son llamados “obispos”. En 1 Ped. 5:1-2 se exhorta a los “ancianos” a “pastorear”, “teniendo cuidado (“episkopúntes”) de la grey”. Filipenses 1:1 alinea a los “obispos” junto a los diáconos. Finalmente en un pasaje paralelo al de Tito, 1Tim. 3:1 y siguientes, nos presenta las cualificaciones pastorales de un “obispo”.

B) ANCIANO. Es un término extraído de la tradición judía, mientras que supervisor es de tradición griega. La institución de los ancianos pertenecía ya a la misma estructura de las tribus de Israel e indicaba una edad madura, junto con una experiencia demostrada. El Nuevo Testamento no insiste en la edad, pero sí en las cualificaciones y en la experiencia. Por eso en 1 Tim 3:6 se intima que no se nombre “obispo” a un “neófito (o sea, un recién convertido), no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”. En 1Tim. 5:17 se habla de “ancianos que gobiernan” (que presiden o dirigen), “especialmente los que trabajan en la Palabra y en la enseñanza”.

C) PASTOR. Efesios 4:11 alinea a los pastores con los maestros con un solo artículo, lo que indica que se trata de la misma persona. Este término aparece en Hechos 20:28 y 1 Ped. 5:2 en forma de verbo (“opimainein” = pastorear). Que se trata del pasto de la Palabra de Dios, es evidente por el contexto de todos los pasajes citados. “Pastor y Obispo” son dos términos que se atribuyen conjuntamente a Cristo en 1 Ped. 2:25. El Salmo 23 y Juan 10 muestran el pastorado aplicado a Yahveh y a Jesucristo. No es extraño que Pedro apele al “Príncipe de los pastores”, Cristo, cuando intima a los ancianos su responsabilidad como pastores de la grey de Dios (1Ped. 5:4). Por lo tanto el término PASTOR encierra todas las funciones que hemos mencionado. Podríamos decir que así como Jesucristo posee el poder legislativo de la iglesia, el pastor representa al poder ejecutivo de la congregación a través de la enseñanza y la persuasión. La iglesia en asamblea sería el poder judicial, porque vigila que la legislación se aplique correctamente.

Diáconos –

Los pastores no pueden atender a todas las necesidades espirituales y materiales de una congregación; sobre todo, si ésta es numerosa y dispersa. Ya en Hechos 6 vemos cómo los apóstoles, necesitando todo su tiempo para dedicarlo a la oración y a la predicación de la Palabra, buscaron ayuda mediante el nombramiento de siete varones de buen testimonio y llenos del Espíritu Santo, elegidos por la congregación e instituidos por los apóstoles mediante la oración y la imposición de manos (en aquel entonces implicaba autoridad espiritual delegada), para que sirviesen a las mesas.

Es necesario hacer algunas consideraciones: 1- Los siete tienen nombres griegos, debido sin duda a que eran precisamente las viudas de origen griego las que se quejaban de quedar desatendidas.

2- Aunque es una peculiar “diakonía” o servicio lo que se les recomienda, el texto no les da el título específico de “diáconos”.

3 – De los siete mencionados en el vs. 5 sólo dos vuelven a aparecer, y no precisamente como administradores de la comunidad, sino como testigos del mensaje del Evangelio.

Se entiende que la disposición de diáconos no es un imperativo, sino una necesidad (si la hubiere).

Los deberes y las cualificaciones están detalladas en 1 Tim. 3:8 – 13.

En el vs. 10 vemos que los diáconos deben ser sometidos a prueba antes de ser elegidos, con el fin de hallarlos primeramente irreprensibles. En Hechos 6 requería una solución rápida, de emergencia y para un caso puntual, siendo posible que desapareciera la función cuando no fuere requerida como es posible que sucediera por lo cual no se vuelven a nombrar allí excepto Felipe y Esteban que se dedican a predicar el evangelio.

Diaconisas.

En Ro. 16:1 – 2, Pablo menciona a Febe, a la que se le da el apelativo de “diákonos” en la iglesia de Cencrea, suburbio de Corinto. En 1 Tim. 3:11 en un inciso dentro de las cualificaciones de los diáconos, se habla de “mujeres”. Algunos consideran que se trata de las esposas de los diáconos, pero es porque se cierran en el machismo. Es más natural tratar el pasaje como hablando de las mujeres que trabajan ayudando en la iglesia. Es curioso notar que las cualificaciones de los vs. 11 se corresponden con las del vs. 8. En especial en el vs. 8 se requiere que los diáconos sean “sin doblez” o sea, que no digan una cosa al pastor y otra a la congregación. En el vs. 11 se intima a las mujeres (diaconisas) que no sean “calumniadoras” (del griego “diabolus”).

Tanto en los evangelios como en las Epístolas, puede encontrarse una lista respetable de mujeres que, con todo amor y dedicación, ofrecían su tiempo, su dinero y su trabajo en favor del Señor o de la iglesia. Estas cristianas, fieles y generosas nunca han faltado en nuestras iglesias. La única excepción que se presenta entre el diácono y la diaconisa es en cuanto al “gobierno”, y en especial respecto a la enseñanza con autoridad – 1 Tim. 2:12.

VII DOS ORDENANZAS

Textos como: Mt. 28:18-20; Hechos 8:26 – 39; Ro. 6:1 – 6; 1 Co.11:23 – 34; nos indican que el Señor instituyó dos ordenanzas: El Bautismo por inmersión y la Mesa de Comunión o Partimiento del Pan (más conocida como Cena del Señor, o Santa Cena).

Estas no son sugerencias de Cristo, sino ordenanzas directas: “haced esto…” “Id … bautizando….enseñando”.

Algunas denominaciones se toman el atrevimiento de llamar ordenanzas a algunas prácticas particulares del Señor, simplemente porque les llaman la atención pero no tienen ni idea de la enseñanza espiritual que éstas comportan. Ej: Algunos grupos practican el lavado de pies como ordenanza porque dicen que Jesús lo hizo con sus discípulos. Según podemos observar en el relato de Juan 13, Jesús no estableció ninguna ordenanza, sino, realizó aquello que era de esperarse en esa cultura por el siervo de la casa.

Aclaremos también que estas dos ordenanzas no son sacramentos, ya que es un pensamiento muy por fuera de la Biblia la consideración de que a través de ellos se suministre gracia por medio de los oficiantes a los oficiados.

EL BAUTISMO:

a) ¿Qué es el bautismo?

El bautismo es un testimonio público y por lo tanto son importantes la forma y las condiciones en que se realiza. La palabra bautismo es s implemente la forma en español de la palabra griega “baptidzo” que significa “el acto de zambullir o sumergir”.

Según los historiadores, todas las iglesias practicaban el bautismo por inmersión durante los primeros siglos; hecho que demuestra que las iglesias primitivas seguían las enseñanzas apostólicas.

La corrupción del bautismo neotestamentario y la falsa enseñanza de que el bautismo es necesario para salvación, aparecieron en el tercer siglo.

El error doctrinal que surge con la iglesia católica de que el bautismo es un sacramento, llevó a la práctica de la aspersión para algunos enfermos para posibilitarles las gracias de Dios, y luego la practicidad lo extendió a todos, llegando incluso la idea de que era mejor bautizarlos desde niños.

b) ¿Por qué es importante el bautismo?

1 – El bautismo es importante debido al significado del acto. Así, como el bautismo por el Espíritu (1 Co. 12:13) coloca al creyente en la “iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo”, el bautismo en agua es el medio más apropiado para recibir al creyente en la membresía de una iglesia local, con una proclamación pública de tal compromiso.

2 – El bautismo es importante por su simbolismo; pues nos habla de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo con la cual nos identificamos por fe (Ro. 6).

Cualquier modo de bautismo que no sea por inmersión no simboliza esta verdad, y no es sino una ceremonia religiosa sin fundamento bíblico.

3 – El bautismo es importante por ser un mandato del Señor. Esta verdad es razón suficiente para lo que desean hacer toda la voluntad de Dios. El creyente que es negligente en este asunto y rehúsa ser bautizado es desobediente al Señor. Es cierto que el bautismo no es un requisito para salvación, sin embargo, para la obediencia, si lo es.

c) ¿Quién debe ser bautizado?

Sólo los que han recibido al Señor Jesucristo como Salvador personal deben ser bautizados. La Biblia es clara y enfática en esto: Hech. 2:41; 8:12; 10:47; 16:33-34. En Hechos 19:1 – 5 tenemos un caso de algunos que fueron bautizados antes de creer en Cristo. Estos, después de oír la verdad, creyeron y fueron bautizados de nuevo. Ningún bautismo, aunque sea por inmersión, es válido si la persona sumergida no es salva.

Una iglesia Bautista Bíblica, no aceptará como válido los siguientes casos:

- Si el que se bautizó, no había nacido de nuevo antes del mismo.

- Si el que bautizó, predicaba un evangelio herético de salvación por obras o similar.

- Si el bautismo no se realizó por inmersión.

- Si el bautismo no se realizó en plena libertad de conciencia del candidato.

En cualquiera de los casos, una iglesia Bautista Bíblica, luego de tener tranquilidad respecto a la fe del creyente anteriormente mal bautizado, procederá a realizarle un bautismo bíblico. Esto no es en ninguna manera “un rebautizo” u “otro bautismo”, porque de ser así se reconocería alguna validez al anterior. Si el candidato no era salvo, cualquier pasada por agua, es solo una ceremonia religiosa vacía.

d) ¿Quién debe bautizar?

En primer lugar, creemos que la autoridad para bautizar descansa en la iglesia local. Si el bautismo es administrado por individuos, escuelas o conferencias, y no bajo la dirección de la iglesia local, no hay modo de mantener las normas bíblicas, vigilar la doctrina y conducta de los creyentes y ejecutar la disciplina necesaria.

Estos son derechos y deberes exclusivos de las iglesias locales neotestamentarias.

En segundo lugar, el que bautiza es, por lo general, el pastor. Sin embargo, en la ausencia de éste, la iglesia puede autorizar a uno de sus miembros fieles (ancianos) o a un pastor de una iglesia de la misma fe y práctica a que lo haga.

Ciertamente la ausencia de un pastor no debe ser obstáculo a que un creyente obedezca al Señor en el bautismo.

Lo que si hay que cuidar, es no caer en las ridiculeces de solicitar que fulano o mengano lo realicen por la familiaridad que tengo con él, porque no solo iría en contra del orden en la iglesia, sino, además, entraría el peligro de las divisiones partidarias “yo soy de”.

LA CENA DEL SEÑOR

Textos: Mt. 26:26-30; Mr. 14:22-26; Lc. 22:19 – 20; 1Co. 11:23-32

1) Errores comunes:

En torno a ésta ordenanza también existen varios errores.

El error más común, o por lo menos el que se ha esparcido por la iglesia Católica, es de la “transubstanciación”, es decir el cambio de la substancia del pan y del vino en la del cuerpo y la sangre de Cristo al momento de la eucaristía.

La teología de Roma interpreta en su sentido literal material las palabras de la institución de la Cena del Señor, y lo hacen a la luz de Juan 6: 51 – 58 estableciendo que se sucede una “Transubstanciación” al momento del rito.

Esta teología errada, no aprecia el sentido simbólico de asimilar a Cristo por la fe, que se encuentra en todo el contexto: vs. 35 – 37, 46 – 47 y la explicación a sus discípulos para que no se quedaran pensando en la “carne” literal, la encontramos en el vs. 63.

Esta enseñanza Católica, implica además, que cada vez que se celebra la misa, se está realizando nuevamente el sacrificio de Cristo.

La definición del concilio de Trento: “Si alguno dijere que en la misa no se ofrece a Dios un sacrificio propio y verdadero, o que el ofrecerse no es otra cosa que el dásenos a Cristo como comida, sea anatema”.

Según este concilio, la misa es conmemoración, representación y aplicación del Calvario, de tal manera que el mismo Cristo que se ofreció a sí mismo en el Calvario de un modo cruento, se ofrece también en la misa de un modo incruento por manos de los sacerdotes. Esta es la razón por la que la misa es un sacrificio propiciatorio, lo mismo que el Calvario.

Es muy claro lo que la Biblia dice al respecto por ejemplo en Hebreos 10:12, 14 “Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios… porque por una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”

Este acto de “sentarse” significa que el sacrificio expiatorio se acabó para siempre, puesto que el sacrificante esta de pie.

Ahora Cristo continúa su función intercesora (Heb. 7:25; 1Jn. 2:1), pero ya no en la función orante (de pie), sino en la función regia (sentado).

Algunos otros textos para mostrar que la purificación por su único sacrificio fue perfecta, pueden ser: Heb. 1:3; 9:28; 10:10, 14 ,17.

También los luteranos creen en la consubstanciación, es decir, que el cuerpo y la sangre están en el pan y la copa, lo cual es igualmente erróneo aunque más sutil.

Luego tenemos el misticismo agregado de las iglesias evangélicas menos doctas en las doctrinas, que trasmiten una especie bendiciones espectaculares a los que participan, casi, casi, con la misma fuerza que los católicos hablan de las gracias que confiere para salvación.

En estas iglesias seudo cristianas o evangélicas liberales, muchas personas creen que se les está impartiendo espiritualidad (si no salvación) al participar de la cena del Señor.

2) Lo que significa

Participar de la cena del Señor simboliza la comunión del creyente con Cristo. Cada vez que participamos de esta cena, anunciamos la muerte del Señor y nuestra esperanza en su venida.

3) Su importancia.

En primer lugar, es importante la cena del Señor, porque participar de ella es cumplir un mandamiento de Cristo quien dijo: “Tomad, comed…” (1 Co. 11:24-25)

En segundo lugar, la cena tiene ciertos resultados prácticos para los que participan de ella en obediencia al Señor: a- Cada uno debe examinarse a sí mismo antes de participar en la cena del Señor (1Co. 11:28). Al recordar la muerte de Cristo sentimos la necesidad de escudriñar nuestro corazón y vida y confesar todo egoísmo, avaricia, amargura, impureza o cualquier otro pecado que hayamos cometido. Sólo así podemos tener comunión con el Señor al participar en la mesa de comunión.

b- La cena del Señor es un testimonio de nuestra fe en Cristo quien murió por nuestros pecados. Nadie que niega la eficacia de la sangre de Cristo debe participar de esta ordenanza.

c- También nos recuerda el sufrimiento de Cristo cuando se dio a sí mismo por nosotros en la cruz del Calvario. El recuerdo de esta verdad básica de nuestra salvación nos ayuda a librarnos del peligro de que nuestros “sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” 2Co. 11:3.

d- Cada vez que participamos de la cena del Señor nuestra esperanza en su retorno es fortalecida. Esta cena conmemorativa debe ser celebrada “hasta que él venga”. Miramos hacia atrás al Calvario y nos regocijamos en la redención que él ha provisto; miramos hacia el futuro y nos regocijamos en la esperanza de ver al Señor cara a cara.

4) ¿Quiénes participan?

Es obvio que sólo aquel que es salvo por fe en Cristo debe participar de la cena del Señor. Pero el creyente debe tener presente la advertencia de 1 Co. 11:28-34 y asegurarse de que al acercarse a la mesa del Señor no lo esté haciendo indignamente. Es lógico que el bautismo precede a la participación en la cena del Señor. El orden bíblico se ve en Hechos 2:41-42 y Mt. 28:19-20.

5) ¿Quién debe administrar esta ordenanza?

Tener en cuenta lo mismo que en el caso del bautismo.

VIII LA SEPARACIÓN DE LA IGLESIA DEL ESTADO Y DEL MOV. ECUMÉNICO

Mt. 22:15- 22 “…Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios…”

Dios estableció tanto la iglesia como el gobierno civil, dándole a cada uno su propia esfera de operación.

Los propósitos del gobierno están delineados en Ro. 13:1 – 7 y los de la iglesia en Mt. 28:19-20 y otros.

Ninguno debe controlar al otro, ni debe hacer alianza alguna entre ellos.

En una sociedad libre como la nuestra, la única expectativa del cristiano en su círculo personal, es poder influenciar con la rectitud según tenga su alcance, pero nunca una iglesia deberá intentar hacerlo como cometido porque se desviaría de su propósito delante de Dios.

En Hechos 5:29 encontramos que Pedro y los apóstoles le trazaron un límite al sometimiento de los cristianos al gobierno de turno: “…Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”.

Si el gobierno nos instara a violar o incumplir cualquier enseñanza de las Escrituras, debemos obedecer a Dios primeramente.

Quedando claro que las dos instituciones, corren separadamente y sin compromisos ya que sus finalidades son incompatibles.

En la historia de la iglesia, vemos que durante un período se rompió esa distinción y la iglesia se unió con el estado. A ese período se le llama: el período de la iglesia de Pérgamo que data entre los años 325 al 500 D.C.

(anticipado en Ap. 2 y 3, donde entendemos que independientemente de hablar a iglesias específicas de Asia Menor, cada una de ellas habla de un período histórico en el tiempo posterior a su escritura).

“Pérgamo” significa “unión mixta”. En este período, el emperador Constantino, después de una experiencia falsa de conversión, intentó unir a la “iglesia” (cristianismo) con su Imperio Romano y su paganismo existente. Lo que nació, fue una monstruosidad, una bestia, la institución Católica Romana.

En ese entonces, Constantino fue su padre gubernamental y Agustín su padre religioso.

En ese período, Agustín pidió ayuda al gobierno Romano para erradicar a los Donatistas, un antiguo grupo Bautista.

“Ahora llega el tiempo para que el emperador provea seguridad a la Iglesia Católica, y evitar que aquellos hombres impetuosos que horrorizan al pueblo, al cual ellos no pueden engañar. Pensamos que es tan legal para nosotros pedir ayuda contra ellos, como lo fue para Pablo emplear una fuerza militar contra la conspiración de hombres contenciosos.”

Jamás en la Biblia se menciona que Pablo haya pedido una fuerza militar para esto. Agustín se imaginó este cuento de hadas y lo calificó como Escritura para apoyar sus fines sumamente impíos. De aquí en adelante, la institución Católica Romana persiguió, con celo demoníaco, a cualquiera que se atreviera a interpretar las Escrituras por si mismo.

La monstruosidad surgida de la unión “iglesia”- Estado, persiguió a los cristianos bíblicos de las formas más atroces y sanguinarias.

Esta unión dio lugar al período de la edad media, o período oscuro.

Luego de 1200 años empezaron los precursores de la reforma, como John Wycliffe, Hus, Savonarola, un movimiento de reforma del sistema religioso Romano, culminando con la reforma de la “iglesia” Católica por Martín Lutero el 27 de Octubre de 1517.

Si bien a muchos les encantan las virtudes de los reformadores, se está pasando por alto un punto muy importante: la “iglesia” católica no necesitaba ser “reformada”, sino más bien, “rechazada” o “repugnada por su construcción monstruosa”.

Entonces, al no haber ese rechazo total sino un deseo de reforma, los mismos reformadores siguieron la herejía del compromiso gubernamental de la iglesia.

Ej. Lutero, permaneció en esencia Católico, enseñando y escribiendo contra los Judíos, llevando a un horrible anti-Semitismo en Alemania que termina en el Holocausto.

Hay libros de Lutero que no son comunes o no se mencionan a propósito, como: “Los Judíos y sus mentiras”. En este libro el da solución al problema Judío: que quemen sus sinagogas, sus casas y habiten en los graneros, sus escritos del Talmud y otros, se les prohíban a sus rabinos bajo pena de muerte que enseñen el Judaísmo, se les niegue viajar seguros, se les niegue prestar dinero, se les quite su oro y plata, que hagan trabajos físicos y de sirvientes para los gentiles que los emplean.

No debemos confundirnos, tanto Lutero, como Calvino y Zwinglio, continuaron siendo simpatizantes de la idea iglesia-estado.

Zwinglio – El gran reformador de Suiza, mató a un gran número de Bautistas. Su disposición herética está representada en la famosa estatua en el Río Limmat en Zurich, Suiza. Lo describe sosteniendo una Biblia y una espada. Su espada representa al poder del gobierno humano, poder que usó para sus persecuciones.

Un Bautista Bíblico, no puede considerarse amigo de la Reforma, porque ésta siguió siendo una nueva forma anti-bíblica.

En esos años, tanto los católicos como los reformadores, persiguieron y mataron a cuantos Bautista pudieron, porque estos continuaban obedeciendo a Dios antes que los hombres, sin compromiso con el gobierno.

LA SEPARACIÓN DEL MOVIMIENTO ECUMÉNICO.

Una realidad que está sometiendo y embargando todo discernimiento, es el movimiento ecuménico, es decir, esta gran superestructura compuesta de iglesias de diversas denominaciones que pretenden tomar las cosas que tienen en común y levantarlas, y quitar aquello que puede ser un obstáculo para el relacionamiento.

Esto es un fenómeno que no solo se acrecienta en torno a la iglesia, también se da en todo ámbito social, apuntando el mundo mismo a ser un sistema homogéneo dispuesto para un gobernante – el anticristo.

Judas 3 “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”.

El Bautista Bíblico ha pasado a ser despreciable ante los ojos de las demás denominaciones, por considerarlos cerrados e intolerantes de otras formas de doctrina.

Creo que la Escritura es clara cuando nos dice que solo hay una forma de doctrina, y que ésta necesitó, necesita y necesitará ser defendida ardientemente porque el enemigo no descansará hasta destruirla.

Si entendemos que todos los puntos anteriores son doctrinas establecidas por el Señor Jesucristo para su iglesia, no podemos cambiarlas por solo el buen deseo de acomodar la iglesia a la sociedad.

Si la Biblia dice que se necesita del nuevo nacimiento para la salvación, no podemos pensar ni en buenas obras, ni en buenos deseos.

Si la Biblia habla de bautismo por inmersión como testimonio público de fe, no podemos pensar en obviar este paso de obediencia.

Si la Biblia enseña que la mujer no puede ejercer autoridad sobre el varón, no podemos pensar en tener mujeres pastoras.

Y así con todas las doctrinas.

El ecumenismo no tiene problemas en ir rebajando la doctrina para poder levantar banderas comunes, que a primera vista parece que hacen mucho por el mundo, parece que esparcen el evangelio a mayor escala, pero lo que no ven es que ese evangelio de compromiso no salva a nadie, solo los sienta en los bancos de una iglesia.

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre si mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado…” 2 Ped. 2:1-2

“Si las doctrinas que profeso, no provocan el rechazo de las personas que están en el mundo o, y en especial, de aquellos que están en error, entonces mis doctrinas están comprometidas con la herejía”

No me preocupa que nos llamen separatistas, me preocupa mucho más que nos llamen como a iguales.

La doctrina de la “separación” es totalmente rechazada por el evangelicalismo, y saben por qué, porque les inquieta sus conciencias el pensar que hay alguien que abre la Biblia y no los apoya.

Oseas 4:6 “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. ..”

Creo que si la iglesia evangélica va al consultorio de Dios, recibirá el mismo diagnóstico que recibió el pueblo de Israel “falta de conocimiento”.

La singularidad del conocimiento Bíblico y la doctrina del Señor Jesucristo, nos impide establecer alianzas con cualquier movimiento que nos las profese idénticamente.

Alguien le preguntó al pastor Rick Warren, ¿podría una iglesia Católica Romana tomar su material clave de discipulado e incorporarlo a su ministerio? (material “una vida con propósito”)

Si nuestros principios bíblicos no ahuyentan a los herejes y los de ellos a nosotros, nos ha destruido el desconocimiento.

Rick Warren, un supuesto bautista, ha suavizado tanto su teología que ahora el mundo no salvo la acepta con agrado.

Una Iglesia Bautista Bíblica, no cambiará el esquema que Dios ha establecido tanto en doctrina, estructura y práctica.

Actualmente, casi cada movimiento religioso es interdenominacional, las carpas son comunes, y el evangelio de Jesucristo ha sido cambiado por buenas intenciones y obras sociales, la predicación ha sido cambiada por charlas de psicología, y la membresía de las iglesias locales ha sido cambiada por una modalidad libre y sin compromiso.

Cuando se abandonan estos principios Bíblicos o lo que hemos denominado: “Distintivos Bíblicos de los Bautistas”, se abandona la forma de fe y práctica del Nuevo Testamento para la iglesia local.


 
 
 

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